Se trata de un recorrido por los estratos de tu propio ser. Un viaje a través de tu vida, de los mundos que encierras y que te rodean.
Comienza aquí en tu propio cuerpo.
Se inicia ahora, dondequiera que te encuentres. Es tu búsqueda personal.
Ponte cómodo, porque el viaje no es breve. Podría llevarte meses, años o vidas enteras, pero ya has elegido emprenderlo. Comenzaste ya hace mucho tiempo.
Has recibido un vehículo con el que podrás viajar: es tu cuerpo. Y está equipado con todo lo que necesitarás. Uno de tus retos en este viaje será mantenerlo bien nutrido, feliz y en buen estado de conservación. Únicamente contaras con él. Así que comencemos el viaje explorando nuestro vehículo.
Dedica unos instantes a tomar consciencia de tu cuerpo. Siéntelo inspirar… y espirar… percibe los latidos del corazón, la humedad de la boca, los alimentos que se encuentran en el estomago, la sensación que produce la tela sobre tu piel.
Explora el espacio que ocupa tu cuerpo: altura, anchura, peso. Define su cara frontal y su cara posterior; la superior y la inferior; los lados. Inicia un dialogo con tu cuerpo para que puedas aprender su idioma.
Pregúntale como se encuentra. Comprueba si está cansado o tenso. Escucha la respuesta. ¿Qué opinión le merece el hecho de emprender este viaje? Has recibido un vehículo para esta travesía, pero no es algo que tú poseas sino algo que eres. Tú eres el cuerpo. Eres un cuerpo que vive una vida en este mundo físico: que se levanta por la mañana, come, va a trabajar, toca, duerme, se da un baño.
Percibe de qué manera afronta sus rutinas diarias. Comprueba el número de interacciones que entabla con el mundo en una jornada, y nota la acción de tus manos mientras tocan puertas, giran volantes, contactan con otras manos, papeles, platos, niños, alimentos, tu pareja.
Piensa como ha crecido tu cuerpo y aprendido y cambiado con el paso de los años ¿en qué te has convertido? ¿Alguna vez has agradecido que cuide de ti? ¿Cómo es el mundo con el que interactúa tu cuerpo?
Siente las texturas, los olores, los colores y los sonidos que te envuelven. Se tu cuerpo y vive todas la sensaciones que tu mente posiblemente pase por alto pero tu cuerpo definitivamente experimenta.
Siente la dureza de la Tierra en la madera, el cemento, el metal: nota sus líneas rectas, su solidez, su permanencia. Siente la suave firmeza de la Tierra en su estado natural con sus árboles y césped, lagos, arroyos y montañas. Repara en sus curvas amables, su protección y su abundancia. Siente la riqueza de este planeta con su infinidad de formas. Toma plena conciencia de su inmensidad, su solidez y el apoyo que te ofrece en estos momentos. Este planeta también es un vehículo que nos conduce a través del tiempo y del espacio. Siente la Tierra como una entidad unificada central, un cuerpo vivo, como tú, con infinidad de células que trabajan formando un todo. Eres una célula en este gran cuerpo, para de la Madre Tierra, uno de sus hijos.
Aquí comenzamos nuestro viaje, en este gran cuerpo de la Tierra, nuestro prolongado ascenso comienza descendiendo. Nos adentramos en este cuerpo, tal como lo hacemos en nuestro propio cuerpo: en la carne, en las entrañas, en las piernas y en los pies, enterrando nuestras raíces en lo más profundo de esta Tierra que nos ofrece apoyo y sustento. Nos adentramos en sus rocas y su suelo, en lo profundo de sus entrañas y su lava ardiente, bullendo cada vez más profundamente en su fuente de vida, movimiento y poder.
Cuando nos hundimos llegamos a la base de nuestra columna y encontramos una bola de energía color rojo intenso, brillante como el núcleo de la Tierra.
Nota esta energía liquida que fluye por tus piernas y pasa por tus rodillas para llegar a los pies. Siéntela recorrer tus pies y tocar el suelo en el que te apoyas; percíbela mientras atraviesa el suelo y se adentra en la Tierra, serpenteando entre las rocas y las raíces y encontrando alimento, apoyo y estabilidad.
Percibe este cordón de energía como un ancla que te sostiene, te calma, y te ofrece estabilidad. Estas aquí. Estas conectado. Eres solido, pero liquido por dentro. En lo más profundo de tus raíces encuentras tu pasado, tus recuerdos, tu Yo fundamental. Tu conexión aquí es simple, directa. Recuerdas tu herencia, tu antiguo yo como hijo de la Tierra. Ella es tu maestra.
¿Qué es esta sustancia que proviene de la Tierra? Piensa en la silla sobre la que estás sentado: piensa en el árbol que una vez fue, el algodón en el campo, la tela en el telar, los trabajadores que la transportaron, vendieron y se sentaron sobre antes sobre ella. Piensa en las cosas que tienes, en la complejidad de cada una en su abundancia.
Piensa en la abundancia económica que puedas poseer. Por grande o pequeña que sea, considérala regalo de la Tierra ¿Cómo llega hasta ti? ¿Qué hace tu cuerpo para obtenerla? ¿para que la usas? Piensa en ese dinero como un rio de vida que te recorre y sale de ti, atravesando tus manos, tus pies, tu corazón y tu mente. Mientras fluye por tu interior, siéntete en constante intercambio con la Tierra. Deja que de ella emane una sensación de abundancia que penetra en tus pies, tus piernas, tu pelvis, tú estomago, tu corazón y tus manos. Siente su expresión en tu garganta, su reconocimiento en tu visión, su huella en tu mente.
Respira profundo y hazla descender a través de tu cuerpo, tu cabeza, tu cuello, hombros, brazos, pecho, vientre, genitales, piernas y pies hasta que llegue a la Tierra, atraviese su superficie y encuentre estabilidad, alimento paz.
Tu cuerpo es el viaje, y es aquí donde comienza. Es tu conexión con el mundo físico, tu base, el hogar de tu danza. Eres el lugar del que surgirá toda la acción y el entendimiento, y hacia donde regresará.
Eres el terreno de prueba de la verdad.
Eres el suelo sobre el que todas las cosas descansan.
Eres la Tierra de la que todas las cosas crecen.
Estas aquí, eres solido, estás vivo.
Eres el punto en el que comienzan todas las cosas...
Fuente: Libro "Ruedas de la Vida. Un viaje a través de los chakras. "