jueves, 29 de diciembre de 2011

EL MILAGRO DEL AMOR


Hace días que quería escribir sobre lo sucedido el día de Navidad, sabía que me ayudaría a ordenar emociones y reflexiones y sobre todo que me ayudaría a integrarlos, a asimilar lo vivenciado.
Desde mi punto de vista, el día de Navidad mi familia fue testigo y participe consciente o inconsciente de un milagro, del poder del amor.
Ante la necesidad de atención y cuidado de mi abuela de 94 años debido a su no aceptada, repentina y efímera muerte (aún no nos ponemos de acuerdo en el tiempo que permaneció sin pulso ni respiración) los 16 familiares que compartíamos la sobremesa del día de Navidad nos movilizamos sin dudar ni un segundo para obrar el milagro.
Mientras  unos sujetaban la silla de ruedas intentando que mi abuela se mantuviera en ella, unos a los pies, otros a la cabeza, otros tomándole en pulso, alguien la llamaba para que volviera en si, después la tendían coordinados en el sillón, poniéndole las piernas en alto como si se tratara de una lipotimia, mientras otros buscaban el teléfono de emergencias, otros llamaban al 112, otros abanicaban, otros abrían ventana, otros la cogían de la mano, de la cabeza, de los hombros, otros la hablaban…mantenían el contacto y la esperanza mientras mi abuela estaba en coma.
El Samur nos dijo que estaba muy malita y que lo más seguro es que no saliera de esta que avisáramos a los que faltaban. Se la llevaron al hospital.
Esa misma noche mi abuela despertó del coma y no sabían decirnos los daños que podría tener por el tiempo en parada.
Llevaba un tiempo muy malita pasándolo muy mal para comer, cansada, sin energía. Los médicos no se explican cómo ha salido de esta.
Por lo visto llevaba tiempo intoxicándose con uno de los medicamentos que estaba tomando, y ahora está mejor que hace años, tiene color, ganas de comer, ganas de hablar de estar con la gente. Increíble y desde mi punto de vista milagroso.
Yo estuve prácticamente toda la tarde y durante lo ocurrido hasta que se la llevó el Samur dándole reiki, manteniendo el contacto. Mi padre tampoco la soltó de la mano.
Y después más en el hospital, ella me miraba, me acariciaba la cara y yo a ella, no nos hablábamos, solo estábamos allí demostrándonos nuestro amor.
Mi reflexión sobre lo que allí sucedió es que el poder del amor, la fuerza de la Unión en el amor por mi abuela de todas las personas que allí estábamos se hizo patente y obró el milagro.
Unidos por el amor a una persona que ha dedicado de manera espectacular y generosa, toda su vida a sus hijos, a su marido, a sus nietos, a los demás, sin pedir nada a cambio, sin quejas, sin reproches, con amor verdadero, con amor libre sin ataduras sin chantajes emocionales, con AMOR en mayúsculas.
Esa es mi abuela Fe.